TRATADO DE PAZ. CASO DE ESTUDIO: DECOR, A CONQUEST BY MARCEL BROODTHAERS

TRATADO DE PAZ. Caso de estudio

Décor, A Conquest by Marcel Broodthaers (La Bataille de Waterloo)

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En el marco general de Tratado de Paz de DSS2016EU y,  en concreto, en esta primera presentación de 2013 en torno a la muestra 1813. Asedio, incendio y reconstrucción de Donostia/
San Sebastián debíamos abordar un primer Caso de estudio que, en consonancia con el carácter de prólogo de nuestra propuesta, nos resultara del todo ejemplar.  En palabras de Pedro G. Romero, Curador-Comisario del proyecto, era difícil encontrar una representación que abordara, a la vez, tres
de nuestros ámbitos de trabajo, a saber: primero, el tiempo histórico sobre el que trabajamos, es decir el ciclo de guerras napoleónicas europeas de principios del siglo XIX; segundo, el marco de representaciones en que nuestras iniciativas se presentan, es decir, la institución cultural del museo y el evento turístico que significan iniciativas como la Capital Cultural Europea; y tercero, introducir el lenguaje del arte contemporáneo, su caja de herramientas, como sistema simbólico de lectura, crítica y poesía de lo que el mundo representa.

Décor, A Conquest by Marcel Broodthaers (La Bataille
de Waterloo), trabajo que el artista Marcel Broodthaers presentó en el Institut of Contemporary Arts de Londres en 1975 , da respuesta plena a nuestras tres preguntas: aborda el argumento de la última gran batalla de Napoleón
y el alcance último que han tenido algunas de sus representaciones; señala, bajo el par violencia y confort, o sea, el tópico guerra y paz, el desplazamiento de algunas de las experiencias de la guerra hacia el turismo de masas, su movilización y espectáculo, como ya anunciaran sobre la propia batalla de Waterloo, el Stendhal de La Cartuja de Parma o el William Thackeray de La feria de las vanidades; por último, se trata de una pieza clave del lenguaje contemporáneo del arte, una de las llaves con que descifrar ese trabajo del arte en el presente, al recuperar la narración histórica y poner en solfa su estructura lingüística, aunar poética y política en un par singular, y desplegar operaciones de archivo en un dispositivo teatral, aquel genérico que, en cierto modo, conocemos como instalación.

La muestra de este “décor” en la Casa de la Paz de Aiete en Donostia/San Sebastián, nombre institucional dado al Palacio de Aiete, refuerza los vínculos simbólicos de este trabajo de Marcel Broodthaers con la exposición y el proyecto en que se enmarcan. El Palacio de Aiete fue construido a finales del Siglo XIX por el duque de Bailén, heredero directo del general Castaños quien obtuvo ese título en la batalla del mismo nombre, vinculado, además, a los sucedidos de 1813. En el Siglo XX fue residencia de verano de los reyes de España y estuvo vinculado a la Entrevista de Hendaya de 1940 y al Pacto de Madrid de 1953. Cambiando su sino, acoge en 2011 la Conferencia Internacional de la Paz de San Sebastián que aborda el conflicto político y busca salidas al terrorismo
de ETA y del cinco al siete de Octubre de este mismo año acogerá también la Conferencia Internacional de  Alcaldes por la Paz.

Como actividad complementaria, la sala Gandhi acogerá la proyección continuada de la película de Marcel Broodthaers Un voyage à Waterloo de 1969. Del mismo modo, el día 27 en el Marco de Zinemaldi. Festival Internacional de Cine de San Sebastián se van a proyectar un conjunto de películas.

Es por este orden de cosas que este singular trabajo aborda, directamente, lo que para nosotros es una relación crucial: la propia Historia, con mayúscula, enfrentada a un sin número de pequeñas historias. Puesto que, si se quiere principiar un relato de las afinidades formales entre el lenguaje del derecho y las representaciones artísticas, su historicidad,
la dependencia de los conceptos jurídicos y artísticos a los avatares del tiempo, es el primer concepto a tener en cuenta. Georges Didi-Huberman habla de un resto de veracidad, de verdad histórica, que hay que salvaguardar frente a los relativismos de inspiración estética y al negacionismo que se alude en cualquier revisionismo histórico. Quizás, las mismas herramientas que nos sirvieron en el pasado reciente para desmantelar los grandes relatos históricos, las grandes certezas conceptuales, el valor universal de la verdad, deban servirnos ahora para apuntalar ese resto, ese mínimo que conforma las bases del lenguaje humano, sus formas-de-vida, su capacidad de hacer habitable el mundo.

Es en este sentido que el lenguaje poético y artístico
de Broodthaers nos parece esencial. Como historiador podríamos decir que su modelo es Mallarmé, a la vez que aborda el relato del mundo con un determinado lenguaje, pone su sintaxis en cuestión, desplaza el acontecimiento al momento de narrarlo e impide que sus certezas y poesía se conviertan en institución. Como Walter Benjamin sabe que la única historia posible es la que se contiene en la infancia, una historia abierta y cambiante, que fija sus signos mediante el juego, negando cualquier posibilidad a un fin edificante, a una mayoría de edad no deseada. Simone Weil habla de librar a la historia de su lenguaje burocrático y de su rigidez monumental, y es por eso que la memoria, con sus verdaderas historias, se retrotrae siempre a la infancia.

Y, según señala con precisión el filósofo italiano Giorgio Agamben, “la batalla de Waterloo no es ninguno de los hechos que la componen, ni siquiera su suma, mientras que la vida del niño, en vez de aparecer dividida en pequeños hechos y episodios faltos de sentido, permanece inolvidable, la cifra de una historia mayor”.

 

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